Fruto de mi conocimiento aproximado de la lengua española o, para ser más precisos en términos lingüísticos, otra expresión-trampa entre español e italiano o así llamados falsos amigos. Entre los dos idiomas hay muchas palabras-trampa, una infinidad que nunca dejo de recopilar, que ya en parte recopilé, divulgué y en parte sigo descubriendo ...
Pero por el momento dejo este tema de lado. En cambio, quiero hablar de mi aterrizaje en Tenerife, rumbo Puerto de la cruz, Punta brava / las dehesas (ubicación discrepante entre Google maps / Amazon, ¡que desastre! Hasta en mapas de la oficina de información mi nuevo paradero se encuentra en los márgenes).
Vale, era el segundo día que pasaba en la casa recién comprada, amueblada y equipada con lo necesario para pasar largos periodos de vacaciones. Temprano en la mañana bajé con un pequeño envoltorio en las manos buscando el bote de basura. Y pregunté a la única persona que vi por ahí dónde podía tirar mi basura.
Así conocí a Pedro, los secretos del edificio y el hecho de que en esa calle, en la misma dirección, llega todas las mañanas Faustino con su camioneta a entregar el pan.
Así comenzó mi relación y luego amistad con mi vecino.
Nos reunimos puntualmente todas las mañanas, excepto los domingos y festivos, en la vereda frente a nuestro edificio Las Pardelas para esperar a Faustino. Y puntualmente Pedro me saluda y pregunta '¿que tal?' Ahora, en solo diez minutos, hablamos de las últimas noticias y de cómo reformar el mundo entero. Pero al comienzo lo bombardeé con una serie de preguntas: cómo funcionaba la comunidad, el ayuntamiento y sobre el proceso burocrático que yo tenía que hacer para cambiar vida, es decir, residencia y todo. De todos modos los primeros asuntos fueron menudencias como:“No sé para que sirve esta llave aquí, o ¿donde hacer una copia de todo el juego de llaves?...”
Una de las primeras mañanas aún confundido por las dificultades que el nuevo alojamiento me causaba le dije: “¡Vaya cambios!, no encuentro un lugar donde pueda comprar un recipiente para comer un huevo a la coque”. Él pronto me corrigió: “En castellano, un huevo pasado por agua”.
Pedro explica a su manera, habla de una ferretería (¡otra cosa que me suena raro!) en una calle de los Realejos, en definitiva, en lugares que para mí están fuera del camino, tal vez accesibles en coche - queda por averiguar el autobús que se acerca más. Luego, después de unos días, me da los dos objetos como regalo: una huevera de cerámica, azul como el cielo después de llover, que contiene un salero en forma de huevo y un par de hueveras de cristal.
¡Muchas gracias... Pero como son los canarios! En la calle, cualquiera que encuentres, de cualquier edad y sexo, te miran a la cara y te saludan. Cuando estás en la acera cerca del paso de peatones, los coches se paran y te obligan a cruzar aunque estés holgazaneando y no tengas prisa. Y aquel saludo Hola, buenos días ¿que tal? Que me desplaza cada vez, que parece una invitación a una larga conversación y no lo es.
Finalmente me estoy acostumbrando a responder: Bien ¿y tu? o ¿y usted? Me contestan: ¡¡Bien, bien!! Pero, sin lograr una respuesta de verdad, me quedo con la impresión de que casi todos tenemos algo que nos oprime y nos cuesta admitirlo.